Una visita a la tienda una tarde de esta primavera pasada, me puso delante de los ojos las prueba de resistencia de la que tanto había oído hablar y tantos amigos y conocidos habían participado. La pregunta fue… «a qué no hay huevos» a hacer la Madrid-Lisboa? Así que, basta que lo digan una vez, para que me apunte; empezaba el reto y empezaba la preparación… de la bici, de tiempos, de forma física y de valorar el terreno.
 
Según se acercaba la fecha los nervios aumentaban y lo que en un principio era un equipo de cuatro, se convirtió en uno de tres, poco más de una semana antes del día D. Las etapas habían aumentado para cada uno, los kilómetros eran bastantes más de los planteados al principio, estábamos ya con los trabajos a tope y el cansancio de la semana, hacía que viésemos la prueba desde una perspectiva mucho más empinada que cuando nos lo planteamos.
Pero llegó el día y ahí estabamos, listos y uniformados para poder con todo, sabiendo que el sufrimiento nos rondaba constantemente. Pero no estabamos solos, y en esta «locura organizada» teníamos grades compañeros y amigos que se haría esos kilómetros con nosotros. A las 12.00 a.m desde el Polideportivo de Navalcarbón (Las Rozas de Madrid) salimos.


Increíble experiencia para todo aquel que le guste hacer kilómetros en bici. Al menos una vez en la vida, deberíamos hacer algo así, no tanto por el recorrido, que son casi 800 kilómetros donde hay demasiada carretera, si no por la experiencia vivida. Esta carrera nos ha llevado al límite del estado físico y mental. El cansancio estaba tan presente que entrar en la autocaravana para descansar era tu pequeño momento de gloria.

Desde nuestro punto de vista, es necesario saber gestionar bien, la mente y el cuerpo en partes iguales, para poder disfrutar de esta bonita experiencia. Donde el trabajo de equipo es fundamental y coge un nuevo significado a lo que conoces hasta el momento. Alguno del equipo que hizo casi 75km de noche solo, únicamente se planteaba si iba bien a pesar de ir siguiendo el track a la perfección. Con lo que no nos han faltado motivos para distraer la concentración, bajar el ritmo, perder tiempo e incluso renunciar.

La preparación de un equipo de 3 debe ser tremendamente disciplinada y una buena organización, nos ha permitido hacer una etapa y descansar dos, poco, pero suficiente para salir con garantías de éxito a la siguiente etapa. Contar con un amigo que haga de conductor y mochilero hace que puedas preocuparte más de comer y descansar. Un amigo, que nos define como intrépidos ciclistas y que cuando le comentamos la fecha del reto, sólo resoplaba; «puff imposible, en esas fechas tengo otras historias y es imposible».

Y a pesar de no poder acompañarlos en la aventura ciclada estuvo muy pendiente de los preparativos, siendo uno más del equipo. Cuando comenzó la carrera, y gracias al seguimiento de la web que dispuso la organización, nos daba asesoramiento y apoyo al seguir la posición, evolución del recorrido, velocidad media, inclinación, asfalto, pista, sendero… aspectos muy necesarios si queríamos terminar!

Hubo sustos, no lo vamos a negar, y es que, que mal se pasa cuando ves en el ordenador que la situación del gps del que le toca montar lleva parada 20 minutos, y no respiras hasta que vuelve a enganchar, y ves que ha avanzado casi 10 kilómetros.

No hemos acostado tarde, hemos amanecido muy temprano, e incluso nos hemos despertado varias veces de madrugada durante estos dos días, para terminar lo que desde luego ha sido el reto del año, y… lo hemos conseguido!

Enhorabuena equipo! sois muy grandes.